Una burla llamada "paz"

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“Una paz comunista mata más gente que una guerra anticomunista”: Richard Nixon

La guerra permite definir, controlar y mantener el territorio en donde un Estado gobierna, y ello constituye la condición básica de la soberanía para el gobierno dentro de una sociedad por parte del Estado (Villa, A. 2010).

Las mal llamadas disidencias de las FARC han perpetuado desde antes de la Firma del Acuerdo diferentes formas de guerra: la guerra política, entendida como la confrontación ideológica de las fuerzas enfrentadas; la guerra jurídica, en la cual de manera hábil los guerrilleros logran la “subversión legal” penetrada en el Estado; la guerra propagandística, que busca la manipulación e implementación doctrinal por medio de los diferentes canales de comunicación y finalmente, la guerra armada, entendida como el choque armado.

El Estado colombiano, después de más de 200 años de independencia ha atravesado a lo largo de su historia, vicisitudes y ambivalencias buscando a través de la guerra (conflicto interno) la eliminación de amenazas a la soberanía del territorio y la adquisición de intereses particulares para el control en aspectos sociales, culturales, económicos y políticos. Diferentes actores han protagonizado este conflicto, pero dentro del análisis (2012 a la actualidad) se destacan el expresidente Juan Manuel Santos, la FARC, las Fuerzas Armadas de Colombia, los líderes de negociación y los diferentes observadores internacionales.

Cronológicamente, en el 2012, Santos confirmó las negociaciones con el grupo armado de la FARC; en el 2013 hubo diferentes marchas a favor del proceso y ambas partes llegan a solucionar un punto de los acuerdos, el “Acuerdo general para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera”; en el 2014, se realiza un acuerdo en torno al tema de narcotráfico y cultivos ilícitos; en 2015 Santos ordenó a las Fuerzas Militares detener los bombardeos contra las FARC; en 2016, se "aprueba" el mal llamado "Plebiscito por la Paz"; en 2017 se aprueba la creación de la JEP y alias Timochenko lanza su candidatura presidencial; en 2018 se captura a Jesús Santrich por delitos de narcotráfico cometidos durante el proceso de la firma de paz; en 2019 se emite circular roja Interpol contra este último cabecilla. 

Por consiguiente, cabe hacernos la pregunta ¿se han cumplido los puntos acordados en este “pacto de paz”? La respuesta es no. En primer lugar, según informes de Inteligencia militar, las disidencias de las Farc hacen presencia en 17 departamento, 114 municipios y 4060 veredas, constituyendo este grupo un total de 2600 hombres; segundo, “el Acuerdo General para la Terminación del Conflicto” no se ha dado, no es difícil notarlo, vamos por ejemplo al pasado viernes 17 de julio, donde disidentes de las FARC lanzaron diferentes explosivos a una base militar en Corinto, Cauca; tercero, recientemente, la cancillería apoyada en la Misión de Verificación de la ONU exigió a las FARC exponer las rutas del narcotráfico, porque evidentemente no las han presentado. Hablando de cifras, según informes del Centro de Memoria Histórica, el conflicto armado ha dejado más de 261. 619 víctimas, de las cuales 46.675 son combatientes y 214.584 civiles. Por otro lado, la JEP es un organismo de burla entre quienes representan este Tratado, es un sistema de justicia transicional, donde la comparecencia voluntaria de terceros no tiene fines de impartición de justicia y los miembros pertenecientes a la misma tienen gran influencia de las FARC y otros grupos armados. Finalmente, pero no menos importante, otro ejemplo claro de que el Acuerdo de Paz es una burla a la institucionalidad y soberanía nacional es el de Santrich, por quién sigue siendo prófugo de la justicia y se refugia en el país vecino de Venezuela, y quien a pesar de haber firmado este Acuerdo, no lo cumplió y se apoya en los mal llamados disidentes para fortalecer las filas de las FARC.

En conclusión, no se puede hablar de "Acuerdo de Paz", cuando detrás del disfraz de senador y líder social sigue siendo el criminal que atenta contra la población civil y nuestras Fuerzas Armadas. Pues aquí, los únicos héroes reales que construyen paz y defienden la soberanía (Artículo 217 de la Constitución Política de Colombia) durante más de 50 años, han sido los miembros de las Fuerzas Militares, quienes han conducido diferentes operaciones orientadas a defender la independencia e integridad territorial, proteger a la población civil, así como contribuir a generar un ambiente de paz, seguridad y desarrollo que garantice el orden de la Nación. Colombia libra una guerra interna que fue aceptada desde el Acuerdo FARC-Santos y su congreso, que le brinda beneficios a sus creadores, quienes combinando diferentes formas de lucha pretenden por ley paralizar los diferentes componentes que constituyen a los diferentes miembros de la institucionalidad nacional.

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