El cartel de El Espectador

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La palabra "cartel" fue durante muchos años, y aún en lugares fuera de Colombia un estigma negativo relacionado con el fenómeno del narcotráfico que asolaba nuestro país en los años ochenta y noventa del siglo pasado, y que posteriormente se generaliza a cualquier actividad delincuencial o aparentemente legal que sea hecha a la sombra del público y de la Ley. Digo aparentemente legal, porque a la vista de la sociedad, muchas cosas aunque sean legales, o no estén prohibidas, la ética y las costumbres las prohíben. He dicho en reiteradas ocasiones que el único períodico realmente de periodismo político es el Semanario VOZ del Partido Comunista Colombiano -y su remedo impreso "El Centro" del Centro Democrático-, y los grandes diarios como El Tiempo, El Espectador, El Nuevo Siglo y la prensa regional que nació como órganos de la política partidista ya hubiera sido en el bando liberal o conservador a principios del siglo XX o XIX, y ahora son períodicos corporativos. Corporativos en apariencia, porque las familias y grupos económicos que son sus accionistas defienden a través de ellos sus intereses a veces de forma descarada. Pero, en la sociedad liberalizada rionegrista que tenemos donde ganan los Petros y Fajardos, en esa sociedad amoral e inmoral, que tranza con los valores y que los únicos principios que conoce son los del almuerzo corriente, se juzga y veta hasta del comercio ambulante de prensa impresa al diario económico La República por haber cambiado de dueño, pero por otro lado no se cuestiona el papel sectario, izquierdista y violento de El Espectador, que es un cartel empresarial, corporativo y mediático que encubre un modelo y estructura de país, medios y sociedad, al servicio de los intereses de su dueño, el grupo VALOREM, propiedad de Alejandro Santodomingo, el mismo que invitó en abril al candidato Iván Duque a su casa en Nueva York y que dona millones a campaña al Congreso del Centro Democrático. Curioso que su abuela, la viuda de Julio Mario Santodomingo en 2015 donó dinero a la campaña de Clara López para continuar la hegemonía izquierdista de Bogotá. Creo que no merecen más comentarios estas actitudes, es la postura de los medios hegemónicos liberales, que con titulares tumbaban gobiernos, destruían la reputación de empresas, personas e incluso familias. Gracias a Dios, y a la existencia de internet, eso se acabó. No obstante, en un país con una clase votante rural muy amplia y no hay una cultura digital mayoritaria, aún la televisión, la radio e incluso la prensa escrita siguen jugando un papel dominante. Álvaro Uribe cometió olvidos, errores e incluso omisiones graves en su Gobierno, pero el peor de todos fue hacer lo que todos los gobiernos de engrasar con dinero público de pauta publicitaria a los grupos de poder, y crear unos medios públicos centrales que no tienen rating ni función pública aparte de más burocracia y pago de favores al circuito artístico izquierdista del país. Ni una emisora de pueblo tiene el uribismo en Colombia, en ocho años que tuvo el poder. La pregunta es, ¿hay alguna solución en el presente? Sí. Que los medios alternativos e independientes DE DERECHAS INDEPENDIENTE, CONSERVADORES O URUBISTAS, deben organizarse como GREMIO. Sí, como gremio. Si al ejercicio periodístico no se le mete gerencia, cooperación, organización y grandeza, no será más que pérdida de tiempo, paisaje o un medio de extorsión personal o grupal para ocupar cargos en el Gobierno. Yo sigo con la idea de que necesitamos una ASOCIACIÓN GREMIAL y en algunos casos SINDICAL para proteger nuestros medios y periodistas. Solo organizando y progresando la diferencia, se construye la libertad de expresión. @armesto1989
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