El aborto tanto en Colombia como en el mundo se nos ha vendido como una solución, como una necesidad e incluso como salud pública, pero nunca como lo que realmente es: Un negocio. El aborto nunca ha sido planteado de raíz como una lucha biológica, porque si así fuese aquellos que defendemos la vida hubiésemos ganado el debate desde hace mucho, por la simple razón de que la ciencia está de nuestro lado, es por ello que aquellos que lucran con esta práctica tan atroz han sido inteligentes en mover el debate hacia un campo político y meramente ideológico.
El relativismo es la primera herramienta de marketing que se utiliza, puesto que relativizar la vida misma es el paso inicial para quitarle valor ético y moral, por esta razón se procede a deshumanizar al feto o embrión, desarraigándolo de todos los atributos que lo hacen formar parte de nuestra especie. A tal punto que incluso se llega a darle importancia a la vida dependiendo de categorías como el deseo de la madre de tener o no a su hijo.
El simple acto de politizar el aborto genera una vertiente de sentimentalismos y dialéctica que juega en contra de la vida y a favor del negocio, para nadie es un secreto que esto comenzó como una industria ilegal a principios del siglo pasado, llevado a cabo por una mujer marxista estadounidense, Margaret Sanger, quien estuvo en la cárcel por fundar la primera clínica abortista, que hasta el sol sigue promoviendo el genocidio silencioso de los más inocentes.
El pensamiento eugenésico de Sanger influyó en gran manera en los grupos feministas y socialistas del año 1910, posteriormente y bajo la filosofía y el gobierno comunista se legaliza la práctica del aborto gratuito por primera vez en el año 1920 en la Unión Soviética, acontecimiento que no puede ser visto como mera casualidad, puesto que es una viva demostración de que el aborto es una práctica estrechamente relacionada con la ideología de izquierda, y un claro indicio del poder que quiere tener el estado sobre nuestras vidas incluso antes de nacer.
El alegato ha ido creciendo gradualmente, porque hacer el aborto políticamente correcto es más una cuestión de discurso y relativismo que de ciencia y de realidad. En la actualidad la lucha es más intensa, ya que se ha demostrado que la misma izquierda que hizo legal el aborto ha influenciado en gran manera a las masas apelando a un discurso sentimentalista e inhumano, el ambiente ideológico sobre el cual actuamos es peligroso porque la ventaja no se la lleva la razón sino la emoción. No obstante queda de nuestra parte hacer la lucha política en contra de todo aquello que quiera violentar el más importante de los derechos, la vida.