Cuando hablo de regiones que nunca he visitado, lo hago hasta cierto punto por la curiosidad infantil a las nuevas aventuras y nuevos destinos desconocidos ya sea en el exterior y fuera del país. A todas las personas siempre ah habido un país o una ciudad que es la traga maluca, el sueño por el que suspiramos con la nostalgia de películas, canciones o conversaciones banales.
En mi caso con Norte de Santander, no es tan así. De hecho, es una asunto de vida. No voy a ponerme a hacer un panegírico sobre la influencia de los migrantes jordanos, sirio-libaneses, españoles, italianos, judíos e incluso alemanes que llegaron al Gran Santander a finales del siglo XIX y en la primera mitad del siglo XX, porque no me quiero parecer a las oligarquías y familias -no todas, porque hay familias e individuos con grandeza- tradicionales que estaban aquí desde la Conquista y la Colonia, y que aspiran a cargos políticos diciendo que son "el cambio". No me interesa manchar el apellido Armesto ni a las aproximadamente 180 personas en todo Colombia que tenemos el honor de llevar a Galicia en el nombre, equiparandonos con cualquier castellanito rancio y destinado a la decadencia de la podredumbre social elitista de Cartagena, Bogotá o Medellín. Dios me de vida para ser quien les de los Santos Oleos y la palada de tierra, así como se las dimos en las elecciones del Congreso, a ustedes que han tenido 200 años su país en guerra, y crearon el comunismo, el paramilitarismo y la división partidista para ganar con cara, sello y caída parada de la moneda de la burocracia.
Ocaña, y la región del Catatumbo, son la historia y cuna de gran parte de los colombianos, y de muchas familias migrantes como la mía, que en Colombia encontraron una segunda oportunidad en el mundo. Cada región del país tiene esas características, pero se los aseguro, que para quienes vemos la Genealogía como una ciencia auxiliar de la historia que mantiene viva, práctica y util dicha disciplina y trata de explicar cualitativamente porqué somos así, es clave.
En esta columna, simplemente quiero expresar, que voy a estar presente, a como dé lugar en esa rendición de cuentas para ir a Tibú a ese primer Consejo Comunitario de Seguridad, y espero poder transmitir a ustedes y a los medios independientes, que plan y que tan serio es ese plan para sacar a la que podría ser la región más rica de Colombia, incluso más que los departamentos de Antioquia, Cundinamarca y Tolima juntos, este sumida en el abandono estatal, en una clase política mediocre aún para la misma corrupción, dominada por el narcoterrorismo y las formas más descaradas de ilegalidad. En fin, una tragedia. ¿Y para quién han sido los recursos públicos y privados de inversión? Para los grupos copartícipes del terrorismo. Incluso el sindicato ANZORC -Asociación Nacional de Zonas de Reserva Campesina- afín al ELN, actualmente buscando los mismos privilegios e impunidad obtenidas en Cuba por las FARC-EP.
Norte de Santander, no necesita más abandono, sino un programa integral para ser lo que ha debido ser: la región protagonista de Colombia y el norte de Suramérica.
¿Será que esta vez podremos?
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