Economía de Papel

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En tiempos de desaceleración económica, la norma, implica un relajamiento de la tensión tributaria, un incremento en el gasto público con fines productivos, el fortalecimiento de la inversión a través de tasas de interés competitivas y el fortalecimiento del consumo vía un multiplicador de la demanda.

Sin embargo, pareciera que a los “policy-makers”, se les olvidó hacer la política económica en torno a la recuperación que el país necesita, máxime cuando en este momento la presión tributaria ha acongojado a la demanda, mientras que la empresa se empieza a deteriorar, producto de menores inversiones y escasas posibilidades de trasferencia tecnológica, al tiempo que el incremento en gasto público se ha ido a cumplir la tarea como gasto de funcionamiento de un Estado que acogió en todas sus formas la incertidumbre económica de corto plazo.

Por cosas de la vida, en algún momento de la historia, que ya se nos ha olvidado, Colombia optó por una economía extractiva, con instituciones débiles y poco disciplinadas, que le dieran un rumbo a la especialización que tanto necesitó el país antes que entráramos a operar con las recetas del Consenso de Washington y la apabullante apertura económica para un país pequeño en términos de comercio internacional, además de un tipo de consumidor con escasa formación de ingreso y evidentes necesidades por falta de ahorro. Sin embargo la economía colombiana, asumió un comportamiento cíclico de alta volatilidad, con ajustes de corto plazo que durante la década de los 90 no llegaron a ser exitosos.

Hoy, luego de tanta experimentación, la economía Colombiana se mueve en dos frentes: el primero y más valorado corresponde a la minería y el segundo a la prestación de servicios con mano de obra de bajo costo y altísima oferta, con lo que los salarios han tendido a permanecer por debajo de las expectativas de generación de riqueza. No somos un país con pilares económicos fuertes, se tambalea como castillo de naipes y las propuestas de crecimiento económico se quedan en el papel por periodos de cuatro años, al cabo de los cuales surgen nuevas fórmulas para el Desarrollo del país: populismo económico le llamarían algunos.

Sin embargo, los colombianos preferimos el populismo a las propuestas serias, porque paradójicamente lo que importa al final son las ganancias netas, en un flujo de caja apalancado por el crédito, pero jamás nos complicamos la vida escuchando propuestas de fondo que contengan un alto valor agregado, las mentes brillantes en economía terminan por monopolizarse en un pequeño mercado donde relativizan el funcionamiento económico del país.

Dicho lo anterior, desde que el país entró en desaceleración y la demanda se encuentra golpeada, al tiempo que el empleo perdió la senda y los salarios se tornaron paupérrimos, la política económica se mueve como el cangrejo y en cambio a los colombianos se nos transfiere el costo de sostenimiento del modelo, craso error, para un país, sobre el que se cierne una alta incertidumbre económica para el próximo año.

De ahí, que en época de elecciones presidenciales, de mucho papel y medidas populistas, los candidatos se preparen para un duro debate, cosa tentadora ya que a final de cuentas, de diez aspirantes, uno o dos conocen de economía, el resto es: Economía de Papel.   

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