Cuando en octubre del 2016, la mayoría de colombianos no refrendó el pacto de La Habana entre el grupo terroristas FARC y el Gobierno de Juan Manuel Santos, lo hizo en gran medida, por temor a todo el poder político que las FARC podrían obtener en Colombia, sin haber pagado por los cientos de crímenes que habían cometido en los últimos 50 años.
Cuando en octubre del 2016, la mayoría de colombianos no refrendó el pacto de La Habana entre el grupo terroristas FARC y el Gobierno de Juan Manuel Santos, lo hizo en gran medida, por temor a todo el poder político que las FARC podrían obtener en Colombia, sin haber pagado por los cientos de crímenes que habían cometido en los últimos 50 años. Aunque, para esa época Santos y sus asesores fueron astutos y lograron hacer creer a algunos colombianos incautos que ningún cabecilla FARC iría al Congreso, sin haber pagado por sus crímenes, la mayoría no cayó en la trampa, pues era evidente que las FARC tendrían gran influencia política en el país, luego del mencionado acuerdo.
Desafortunadamente, Juan Manuel Santos decidió saltarse las reglas de la democracia, y aún cuando los colombianos por voto popular le habían pedido no seguir adelante con el pacto de La Habana, él ex presidente decidió hacer caso omiso y usar los caminos jurídicos anti éticos y desleales, para refrendar dicho pacto. Hoy seguimos siendo presos de sus consecuencias, y el futuro, gracias a la firma de La Habana, es cada día más oscuro.
Y es que, dentro de ese pacto, fuera de las 10 curules gratis que se brindaban a los cabecillas FARC, también se proponían 16 curules más, llamadas curules de “paz”, que en últimas, iban a ser curules para personas que vivieran en zonas de influencia de las FARC. Como es lógico, las FARC no aceptaron estas 16 curules pensando en que en ellas iban a estar sentadas sus miles de víctimas en Colombia, por el contrario, las aceptaron sabiendo que esas 16 curules de la “paz”, serían ocupadas por colectivos e individuos adoctrinados y afines al terrorismo y a su ideología criminal y comunista.
Los colombianos pensamos que esas 16 curules gratis para los afines al grupo terrorista FARC, habían quedado en el olvido. No obstante, el pasado 21 de mayo, la Corte Constitucional decidió aprobarlas, con una votación de 5-3. Esas 16 curules comenzarán a existir en la Cámara de Representantes y, sobre el papel, serían para víctimas del conflicto.
En principio, las 16 curules de “paz” no habían sido aprobadas por la mesa directiva del Senado, sin embargo, una tutela del polémico Senador Roy Barreras, terminó por permitir que la Corte Constitucional las aprobara.
Aprobar las 16 curules de “paz”, es un error y pésimo precedente para Colombia, por 2 motivos. Por un lado, si en algo están de acuerdo la gran mayoría de los colombianos de distintos sectores ideológicos, es en la necesidad de reducir el estado, acabar con la burocracia ineficiente y buscar hacerlo más efectivo, reduciendo al mismo tiempo, el alto costo que implica para los colombianos tener que sostener a miles de funcionarios públicos al mes. Las 16 curules, como es de común conocimiento, logran todo lo contrario, serán 16 sueldos más por pagar del bolsillo de los colombianos, el estado se estaría agrandando y la eficiencia no se estaría viendo beneficiada.
Por otro lado, sería un error tapar el sol con un dedo. Si las mencionadas curules de “paz” fueran a ser ocupadas por las verdaderas víctimas de las FARC, la decisión de la Corte Constitucional de revivir las 16 curules, tendría algún sentido mural y de justicia.
Sin embargo, ese panorama se acerca a una utopía. Desde el 2016 hemos visto como los grandes beneficiados de las decisiones tomadas en el pacto de La Habana, han sido las personas cercanas a Juan Manuel Santos o a las FARC, no el grueso de los colombianos, con las 16 curules sucederá lo mismo, las entrarán a ocupar personas que han trabajado, durante décadas, de forma cercana con las FARC, personas que se hacen pasar por víctimas en busca del desprestigio del estado y de nuestras Fuerzas Armadas, personas que apoyan incondicionalmente a alias “Timochenko” y sus secuaces.
En últimas, Colombia terminará con 26 curules a disposición de un grupo terrorista, un suceso jamás visto en ningún otro país. Sin el apoyo de los colombianos y burlándose de la justicia, las FARC siguen su camino para llegar al poder, mediante la implementación de la estrategia de todas las formas de lucha. Mientras tanto, el Gobierno de turno parece mirar los toros desde la barrera, sin mayor esmero en intentar detener este insulto y amenaza a la institucionalidad y a la democracia de Colombia.
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