El desarrollo del Homo Sapiens se ha centrado en el progreso de la vida y su bienestar dentro de la misma, en resolver los interrogantes diarios en la búsqueda de sentido de su existencia. Dentro del proceso, la interacción con el otro, forja capacidades y valores para el cumplimiento del Contrato Social. Es por ello, que además de la actividad subjetiva del aprendizaje, cada uno de nosotros cuenta con un gran valimiento durante el proceso: el maestro.
Por tanto, el maestro es, como lo llama Nahyr Remolina de Cleves, un formador y cultor de vida; esto conlleva de por si, una responsabilidad enorme como guía y escultor de personas dentro de la sociedad como el corazón del sistema educativo. En Colombia, varios maestros están adoctrinando y no enseñando, han apagado la luz del cuestionamiento entre sus estudiantes, volviendo el proceso un eterno retorno involutivo.
¿Por qué lo digo? Recientemente hemos visto como algunos miembros de FECODE, han deconstruido la historia, valores y procesos de varias de las personas que asisten a las aulas en búsqueda de una mejor formación en su proceso personal y pedagógico, siendo lamentable, que se imparta la opinión del maestro en los cerebros en formación de aquellos que ingenuos, asienten a las palabras que como loros, deben repetir.
Ahora bien, lo grave del asunto resulta cuando este menesteroso proceso se transporta a la praxis dentro de la sociedad. Primero, cumpliendo la “lógica” institucional dentro del populismo mencionado por Ernesto Laclau, entendiéndola como la reunión de todas las inconformidades sociales para la generación de un pensamiento totalizante, separando la identidad propia del estudiante -del sujeto- para hacerlo una marioneta más del proceso social. Segundo, la conversión del maestro (como marioneta también) a la formación vital del bloque emergente para construir, por medio de la cultura, los cimientos del socialismo, a lo que llamaba Antonio Gramsci “la organización del saber a través de la actividad cultural”.
Y, tercero, resaltar la evidente incursión de los grupos armados en las aulas, ya no usando fusiles, sino el arma del adoctrinamiento ¿Ejemplo puntual? el cumplimiento del objetivo general de la Cartilla de Organización de Masas de las Farc, en la que la lucha social será uno de sus pretextos para justificar su levantamiento armado, ocultar sus intenciones de desestabilización para imponer un nuevo sistema político y económico en el país, igualmente para influenciar, concientizar e instrumentalizar a las comunidades y sectores sociales. Puntualizando sobre dos grupos de estos últimos: el sector juvenil, al que consideran una “cantera de la revolución”, mediante el cual proyectan la educación de nuevos cuadros, orientando sus actuaciones en la influencia y movilización de las masas como herramientas del Movimiento Juvenil Bolivariano; y, el sector estudiantil, en el cual plantean incentivar y fortalecer el sector de los estudiantes de secundaria, por la importancia que estos tienen en el relevo generacional en las universidades para la formación de lo que ya mencioné anteriormente, cuadros de movimiento de masas en general.
Por ello, quiero llevar mi reflexión final a tres puntos: la vocación del maestro, esa que se desprende de la dimensión más profunda del ser para la búsqueda de la construcción del “otro”, no para impartir sino para guiar; la curiosidad del estudiante (sin importar su nivel de formación) que se debe despertar a través de la guía que le brinde el primero y no conformarse con el conocimiento que obtiene dentro del aula, pues dentro del oasis de información que actualmente se tiene, es perdido aceptar una sola postura; y, la responsabilidad como ciudadanos que tenemos con la Patria, aclarando que no con esto quiero adoctrinar a mis lectores a que tomen un camino “derecho o izquierdo”, sino a que su juicio moral debe primar en cada actuación. No dejemos perder nuestra identidad, no dejemos perder nuestra historia, porque incluso en este largo camino de la vida, usted también debe enseñar.