Desde finales de los años ochenta se han realizado telenovelas disruptivas con el orden social y ciertos tabúes y prejuicios establecidos dentro del inconsciente colectivo. El beso entre mujeres de Amparo Grisales en “Los Pecados de Inés de Hinojosa” basado en la novela del literato Próspero Morales en 1988 fue escándalo nacional y ocupó muchísima tinta de los periódicos nacionales. Era muy fácil poner el tema en esos tiempos cuando no existía el internet en Colombia, solamente teníamos tres canales nacionales de televisión, tener televisión por cable era un lujo y además de todo había poca prensa independiente. Cada periódico, cada noticiero de radio y cada grupo radial dueño de una emisora pertenecía a un determinado grupo de interés mediático. Desde las familias políticas tradicionales, locutores y periodistas enriquecidos, confesiones protestantes hasta narcotraficantes tuvieron voz y muchas veces influyeron en el voto ciudadano.
Desde esa época la novela de temas políticos en Colombia ha existido pero de manera muy poco especializada. Cuestión de poder en 1990 estelarizada por el gran actor Carlos Muñoz y María Cecilia Botero, Dos Mujeres de RTI estelarizada por Amparo Grisales y María Cecilia Botero en 1996 cuyo tema era la competencia de dos mujeres por llegar a la Presidencia de la República, que por cierto fue un tema revolucionario en una época tan convulsa para la institucionalidad y la continuidad democrática como los problemas que afrontó el gobierno de Ernesto Samper Pizano (1994-1998) y por la idea aún bastante cuestionada de que las mujeres tuvieran figuración de alto nivel en la política. Esas son las dos novelas son las que más recuerdo de temática política, aunque las novelas de temática del narcotráfico colombiano realizadas en el país en los últimos veinte años han tocado tangencialmente la relación de ese fenómeno y otros de delincuencia organizada y su relación con la política como en La Saga (2004) que narra la evolución de una familia criminal desde el contrabando de licor hasta el narcotráfico y el secuestro . O la tergiversación de hechos históricos que ha sido tradicional en los contenidos de Caracol –propiedad del Grupo Santodomingo y la familia López en menor grado- contra el conservatismo tanto el Partido como de sus costumbre. La Esclava Blanca (2015), Amar y Temer (2014), La Madre Laura (2015) son apenas ejemplos del sesgo histórico en el manejo político. Y eso que me estoy refiriendo solamente a un canal que empezó como una programadora más, porque la agenda globalizante y socialista más radical está presente en la producción de programadoras desaparecidas a principios de la década del 2000 como Producciones Punch o CENPRO Televisión –que era propiedad de la Fundación Grupo Social, grupo económico de la Compañía de Jesús en Colombia- con sus novelas, donde el elemento antipolítico, o más bien anticonservador y anticristiano si se quiere.
Pero algo pasó con el Covid-19. El cálculo de las emisiones y poner algo fresco y entretenido en la televisión lo hizo correctamente Caracol, ya que RCN desde hace un par de años ha tenido que recurrir a reprogramar sus éxitos de hace muchos años para mantener público como pasó con Yo soy Betty la fea (1999). Mientras eso sucedía, Caracol había tenido lista para este año una nueva producción realizada por el talentoso equipo de CMO Producciones que filmando en locaciones del centro de la ciudad, de Chapinero –reconocí el Club del Comercio de la calle 62 con carrera séptima y la casa de la universidad IDEAS en la calle 70 con carrera 11- y Teusaquillo y en la Sabana de Bogotá sobre la venganza tardía de una mujer a la que un poderoso político corrupto y manipulador había asesinado a su madre a la que había abusado previamente y ella nació producto de dicha relación. Una combinación perfecta de denuncia social, romance, venganza, tecnología, uso de los mensajes de las redes sociales y programas como Telegram y Whatsapp como forma de comunicación para mostrar el proceso moderno de las mismas irregularidades y dinámicas irracionales pero establecidas desde hace 60 años en la política colombiana y dinamizadas aún más con dos fenómenos: la aprobación de la Constitución de 1991 y la llegada de Álvaro Uribe Vélez en 2002 que destruyó tal vez para siempre en Colombia el esquema bipartidista que dominó el país por más de ciento treinta años.
Más que hacer una crítica de televisión, en lo cual hay verdaderos expertos en nuestro periodismo como los maestros Eduardo Árias y Omar Rincón, hay que denotar que por primera vez en muchos años, la familia colombiana volvió a reunirse en torno a una producción local en horario estelar, hasta personas que no les gusta el género de la telenovela la vieron de principio a fin, como fue mi caso personal. Fue tanta la conexión que despertó una serie que no tenía nada que ver con narcos en nuestra sociedad, además de su reparto de actores de primer nivel y nuevos talentos locales y de México que entra dentro de la historia como locación secundaria y sustancial de la trama, es sin duda un mensaje que esta vez el Grupo Santodomingo entendió: la sociedad colombiana está cansada de la paralegalidad, de las mentiras como forma tradicional de la relación de discurso y acción política y que no aguantamos más y no queremos nunca más lo mismo que hemos tenido doscientos años. Todo esto, pero que además, por oscuros que sean los tiempos siempre la legalidad, creer en la institucionalidad y los valores fundamentales de la justicia serán mejor opción para actuar contra las injusticias.
Pero no deben ser los golpistas que este pasado martes 30 de junio quisieron sacar a la calle otra intentona de Golpe violando la bioseguridad por el Covid-19 para aprovechar el desprestigio, pésima gestión y desidia del Gobierno Nacional y la natural complicidad anárquica de los tradicionales gobiernos izquierdistas que el pueblo bogotano elige con placer masoquista. Los republicanos e institucionales de todos los lados del pensamiento: nacionalistas, libertarios, conservadores, bases liberales, uribistas independientes y bases del Partido de Gobierno cansados de la hegemonía del nuevo régimen uribista y del destino comunista de Colombia debemos desde ya salir del confinamiento mental y volver a las bases ayudando a reconstruir el país y reviviendo el progreso nacional.
La ficción es la muestra de la realidad y transformar la realidad ocurre primero en la mente individual y colectiva. ¿Daremos el primero paso?
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