El tren de la ignorancia

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Bienvenido al tren de la ignorancia, donde usted puede compartir asiento con el inculto, claro está, dependiendo de lo que usted decida. Este último, está convencido de si mismo, es sordo porque para él no existen más argumentos (como si tuviese un guion), cotorrea groserías, muestra envidia, repite ideologías, ataca hasta la religión de las personas, generalmente está vestido con “atuendos sencillos” porque no quiere hacer parte del sistema (capitalismo) y siempre usa las redes sociales como su “muro de los lamentos”, porque en la vida real, se vuelve cobarde. Así es el ignorante, viviendo la vida del otro a través de la expresión de sus errores en el prójimo y la falta de ocupación que tiene.

En realidad, aunque hoy hubiera podido dar mi opinión del anuncio que hizo el presidente sobre la vacunación, las explosivas declaraciones de Otto Bula, la imputación de cargos de la JEP a los asesinos, terroristas, violadores y actuales senadores de las Farc, las declaraciones de un experto en vacunar (Timochenko), la nesciente idea de Petro de imprimir billetes o, las constantes cuarentenas dictadas por la alcaldesa López… Prefiero hacer una reflexión sobre el ignorante. ¿Por qué? Porque evidencié que ninguno de los temas que acabo de mencionar le interesan a algunos colombianos, ya que su deseo de burla y falta de coherencia moral, les hace enfatizar en temas tan banales como el “así lo querí” de nuestro mandatario y más preocupante aún en alegrarse por la muerte de un ser humano, el señor Ministro de Defensa, Carlos Holmes Trujillo, que en paz descanse.

Bueno, bien decía Albert Einstein que “no se debe discutir con un imbécil pues te rebajará a su nivel y, ahí te ganará por experiencia” y, eso con sabiduría hizo el presidente Duque, quien en medio del dolor que estaba sintiendo al despedir a un amigo, tuvo un error al pronunciar su discurso y, a pesar de los grotescos comentarios recibidos, ignoró y decidió mostrar resultados: la vacunación masiva en Colombia inicia el próximo 20 de febrero. Algunos dicen que esto no le debería suceder a un mandatario, otros como yo, consideramos que este tipo de inadvertencias son permitidas a cualquier ser humano, porque al final son eso, seres humanos o, es que la tecnología está tan avanzada que los robots, que son “perfectos” ¿ya tienen perfil en twitter y capacidad de raciocinio?

Además, al igual que nuestro máximo dirigente, yo recibí a través de mi twitter comentarios en los cuales me gritaban (como mínimo) el ser hija de mi santa madre, todo por dar mi opinión, como ahora. Y, esto me llevaba a pensar aún más en la degradación moral que la persona tiene; bien sabemos que el doctor Holmes Trujillo murió, el presidente Iván Duque se equivocó al conjugar un verbo y yo al mencionar la diferencia entre “hay”, “ahí” y “ay” fui “crucificada” y hasta tildada de decir algo que nunca dije a través de un montaje. Venga, es que esos que tanto critican ¿no se han equivocado? Bueno, seguro no, porque con el avance de la tecnología y la teoría del antropocentrismo, todos se creen Dios.

¡Ay! Cuánta tristeza que el animal racional sea tan irracional, que su moralidad desapareciera, no enlace cerebro con corazón y, que se “casara” tanto a una ideología que llegue al punto de querer desearle y alegrarse por la muerte del otro. Aprovecho para disculparme en nombre de quienes no tienen el decoro de hacerlo, con la familia del señor ministro y con algunas de las familias de los contagiados de Covid- 19, como el gran periodista Herbin Hoyos; pues además de su colosal dolor, tienen que leer, escuchar y ver videos de tanto cenutrio colombiano. Lo siento.

Hay finalmente aquí otra verdad y, es que descubrí que el problema no está en los errores evidentes que se cometieron, está ahí, en el corazón de quienes se creen perfectos, doctores, jueces, líderes, profesionales y hasta influencers. Aunque por otro lado reconozco que hay también una “culpa”, pues todos sabemos a lo que nos exponemos cuando nos subimos al tren de las redes sociales, en el que les recomiendo compren con su buen actuar, tolerancia, respeto, dignidad y no vendiendo nunca sus principios y convicciones, un pasaje en primera clase para que no tengan que compartir asiento con el ignorante.

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