Periodista en crisis

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Bien decía el sabio Churchill, “siempre es mejor hacer las noticias que leerlas”. Si bien todos en esta era de la información somos prosumidores, quién realmente tiene la autoridad de crear las noticias, es el periodista.  

Y, es que de antemano me disculpo con todos aquellos que consideran que por tener un celular y “transmitir” desde el lugar de los hechos, poseer buena voz, “registrar bien en cámara” o escribir con fluidez, son periodistas, les aclaro: no es así. Porque para mi, el paso por una academia de comunicación social y/o periodismo, es necesario para formar, forjar y fortalecer los dones de todos aquellos quienes gozan del título de esta maravillosa profesión, además de costar en esfuerzos y dinero (como todas las otras profesiones). Ahora bien, conocemos que a través del tiempo, en casos esporádicos, se han hecho públicas diferentes personalidades que por estas habilidades comunicativas simulan ser periodistas, pero, son sus años de experiencia quienes les preceden, no sus redes sociales.

Por otro lado, está también otra “bomba” que acaba con esta gran profesion, la de todos aquellos que se formaron dentro de la academia pero, al momento de ponerla en práctica dejaron sobre su escritorio de pregrado el Código Deontológico. Lo evidenciamos en aquellos periodistas que a diario atacan y no construyen, transmiten pero no informan, se venden por protagonismo, dicen pero no argumentan y, lo más triste, son considerados “grandes maestros en el campo”.

Además, sumémosle el hecho de que el oficio se está pervirtiendo: la falta de cohesión y coherencia, no contrarrestar fuentes, la violación del artículo 20 de nuestra Constitución Política, el irrespeto ad hominem entre colegas, el adoctrinamiento desde los micrófonos, luces, pantallas, letras y trinos y, el regalo a grupos subversivos de la profesión. El periodismo se ha convertido en otro partido político.

Esto no para aquí, el artículo 73 de nuestra constitución política señala que “la actividad periodística gozará de protección para garantizar su libertad e independencia profesional”, si es así, ¿por qué solamente tienen protección aquellos periodistas que favorecen intereses? ¿no deberían gozar del privilegio de difusión y apoyo todos aquellos medios independientes que basados en la verdad, quieren construir información veraz?

Lo que quiero decir aquí es, que una joven periodista como yo, ve pocos o ningún referente, se decepciona al ver que “del dicho de la academia, al hecho periodístico hay mucho trecho”, que lamentablemente la inmediatez hace que el cesgo informativo sea mayor, que ya las personas no respetan lo de “zapatero a su zapato”, porque a pesar de que se quiera crear una reputación, las redes ahora se convirtieron en jueces y hasta formadores… ¡Alguien que salve la profesión, alguien que recupere el “viejo periodismo”, ese que investigaba y evidenciaba. Alguien que reivindique los derechos de todos aquellos que nos formamos en una academia! Pero, mientras tanto, “dejemos que se llamen periodistas esos aficionados que acuden a los periódicos para quitarnos el sitio y desahogar sus vanidades.

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