“Mi cuerpo es mío, yo decido”, este es quizás uno de los más grandes argumentos (convertido en una anáfora) que promulgan las organizaciones pro aborto, encabezadas por las feministas, quienes además a partir de lo que consideran valores propios de la perspectiva femenina, han creado la ética del cuidado o ética femenina, aclarando que esta no es la misma que ética feminista; por ejemplo, mientras la primera desarrolla una filosofía moral, la segunda siempre critica las formas de lo que consideran injusticia de género.
Sin embargo, todo su andamiaje argumentativo, ha olvidado por completo la bioética, que como bien lo mencionaba Van Rensselaer Potter, es la “disciplina que combina el conocimiento biológico con el de los valores humanos” y acuño esta definición porque uno de los temas que causan más polémica frente a estas posturas es el aborto.
Así pues, en Colombia se ha abierto un debate porque la Corte Constitucional quiere legalizar el aborto por cualquier causal bajo la Sentencia C-355 de 2006, mediante la cual también ha aceptado estudiar una demanda que solicita que en el país el aborto no sea un delito cuando se realice bajo las tres causales: cuando existe peligro para la salud física o mental de la mujer, cuando exista una malformación del feo que haga inviable su vida y, en caso de violación.
Para aclarar, la OMS define al aborto como “la intervención destinada a la interrupción de un embarazo practicado ya sea por personas que carecen de la preparación necesaria o en un entorno que no reúne las condiciones médicas mínimas, o ambas cosas a la vez”. Bajo esta severa premisa, sería importante resaltar que no solamente es realizar este acto aberrante de quitarle la vida a una persona, porque de manera evidente no es “tu cuerpo, tu decisión”, resalto, que, desde el momento de la fecundación, ya hay una nueva luz, el nasciturus.
Por tanto, restos de tejido del embarazo en el útero, sangrado abundante, infección, lesiones en el cuello uterino y otros órganos, alergias, entre otros traumas físicos y psicológicos como ansiedad y depresión severa, son las consecuencias inevitables de todas aquellas que han tomado esta decisión. Estoy segura de que, en este punto alguien me preguntará ¿quién eres tu para juzgar a la mujer que tomó esa decisión? A lo que yo le respondería: quizás nadie, pero si una persona racional que no se escudaría bajo argumentos banales como: “no tengo dinero para mantenerlo”, “el padre no se quiere hacer cargo”, “no sé cómo decirle a mis padres la noticia”, “va a ser una carga en mi vida”, “mi cuerpo se pondrá feo”, y le añadiría: ¿por qué entonces no pensó esa mujer en no ir al coito sabiendo que esto conlleva una responsabilidad moral y, si no hubo alguna forma de planificación, por supuesto una responsabilidad física, traer al mundo una nueva vida?
Además, si nos vamos a la ley, que es bajo la que todos nos debemos regir, esta menciona en nuestra Constitución Política (Artículo 11) que “El derecho a la vida es inviolable”; por otro lado, en la Convención Americana (Artículo 1.2) se menciona que “para efectos de esta Convención, persona es todo ser humano” y en el Artículo 4.1 de la misma, “toda persona tiene derecho a que se respete su vida. Este derecho estará protegido por la ley, en general, a partir del momento de la concepción. Nadie puede ser privado de la vida arbitrariamente”. Pero, resulta que aquellos que defienden esta práctica criminal, movidos por ideas progresistas han olvidado que el “derecho natural se afianza en la conciencia del hombre cuando éste reconoce, como gobernado o gobernante, que su origen radica en la voluntad de Dios”.
Está bien, llámenme retrógrada, “godita” (como me han dicho algunos), monja, conservadora radical, uribista (a quienes no tienen otro discurso y carecen de argumentos) pero yo defiendo la vida, el matrimonio entre hombre y mujer, la preparación hermosa del camino como pareja para traer una nueva vida al mundo o si no, defiendo también el hecho de que una mujer pueda salir adelante si por diferentes circunstancias no tuvo un hombre al lado para su apoyo, porque quizás por desconocimiento pero, en nuestro país, no solamente existen la soluciones diabólicas de la Corte Constitucional, también hay miles de organizaciones próvida dispuestas a tenderle no una, sino dos manos de manera integral a todas las mujeres que están pasando por esta situación… ¡Ánimo, no están solas. ¡La vida es un milagro y ver crecer a un hijo es un gran regalo!
Ah, lo olvidaba, las feministas no me representan, ustedes se han encargado de bajar al nivel más bajo a la mujer.