Nuestros males terminarían el día que entendamos que el estado no es la solución, sino el problema.
Me da mucha risa cuando los izquierdistas dicen que la pobreza en el Choco, la Guajira o en otras zonas pobres de nuestro país es causada por la ausencia del estado, ¡se equivocan!: Es por la presencia de éste y de sus políticos corruptos que por años estas regiones han permanecido sumidas en la pobreza. ¿O quienes son los que se roban el dinero de la alimentación infantil? ¿Quienes son los que cartelizan las enfermedades para desfalcar la salud? ¿Quienes son los que hacen las vías con sobrecostos y con materiales de mala calidad? ¿Quienes son los que han dejado la educación en manos de sindicatos que no se atreven a competir con los privados? Ellos, los políticos, que al fin de cuentas son la personificación del estado mismo.
Siguiendo la lógica progre el desarrollo y las oportunidades llegarían a estas regiones con más estado, o sea, con más burócratas y entidades, lo cual sería patético, porque la evidencia muestra que con más funcionarios lo que se termina es desembocando en más corrupción.
Pensar que la corrupción en estos territorios acabaría si un izquierdista toma el volante, es vivir en las nebulosas. Aún cuando cambiemos de chofer, la ruta del autobús seguiría siendo la misma; vivimos en un estado diseñado para funcionar solo con el hombre perfecto, desinteresado e ideal y, bien sabemos que este hombre no existe. Debemos impulsar reformas serias que desintoxiquen el sistema y hagan de nuestro estado uno que pueda funcionar adecuadamente teniendo a la persona que sea en el poder. Esto es: separando la educación del estado para que no sean los políticos quienes nos eduquen, separando la salud del estado para que nuestra bienestar no dependa de burócratas ineficientes y, por último separando la economía del estado para que no sean los gobernantes quienes nos digan con quien si, o con quien no podemos comerciar. Así como se separó iglesia de estado también debemos hacer un gran esfuerzo para separar al estado= políticos de las demás áreas de nuestra vida. Y con esto no quiero decir que debemos desentendernos de los más necesitados, no; el estado debe seguir ayudando a los vulnerables pero no suministrando servicios, sino transfiriéndoles directamente los recursos para que estos sean quienes decidan en qué instituciones estudiar o en qué centros médicos ser atendidos.
¿Entonces que es lo que se necesita para sacar a estas personas de la pobreza? ¿Quienes son los que brindan esas dichosas oportunidades de las que tanto se habla?
Pues los privados.
La inversión, el capitalismo, y el libre mercado son las únicas máquinas que crean riqueza y que le dan las herramientas a los pobres para que se paren sobre sus propios pies y construyan su futuro con sus propias manos sin depender de un político compra votos que le ofrezca una lámina de zinc o un bulto de cemento para llegar al poder.
Si tan solo la Guajira, Choco o Sucre tuvieran la autonomía para manejar sus políticas físcales y tributarias, así como China lo hizo con Hong Kong o Macao, lograríamos incentivar la inversión nacional y extrajera en estas zonas pobres del país, atraer empresas y fábricas, crear empleos; estos empleos significarían ingresos para familias que antes no tenian ni para comer. Podrían pagarle la universidad a sus hijos, adquirir un préstamo para una casa, cotizarían para una pensión, y contribuirían al sistema de la salud que hoy está quebrado por falta de contribuyentes y por abundancia de subsidiados.
Sin duda alguna estas reformas son muy difíciles, pero no imposible de llevar a cabo. Los intereses capitalinos no las aceptarían ya que de hecho Bogota perdería ese gran poder centralizado que la ha caracterizado por años y los politiqueros regionales perderían a su mas preciado botín electoral: Los Pobres, ya que a ellos les convine que la gente siga siendo esclava de la miseria, educada por sindicatos como Fecode que los embrutece, dependientes de las migajas de un estado “benefactor" y todo para seguir atornillados al poder.
La única manera de acabar la corrupción y traer prosperidad es quitándole poder al estado, así lograremos aliviar las cargas impositivas, y empoderariamos a los ciudadanos para que estos sean los protagonistas de su propia vida.
El Estado no es la solución, es el problema
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