Para Clausewitz “la guerra es una continuación de las relaciones políticas”, ejemplificación que podemos ver en una democracia, a partir de la búsqueda constante de estrategias que permitan la dominación, tesis que Foucault plantea al encontrar que las relaciones de fuerza son de carácter interno, pues, es desde el interior de los Estados donde se presentan dichas batallas. Batallas que en la actualidad, ya no se libran con armas.
Dicho esto, usted se preguntará ¿Si las guerras ya no se libran con armas, entonces por qué aún hay muertos? Pues bien, a pesar de que por ejemplo, hayan 23 grupos armados con más de 1.800 disidentes en 85 municipios y 15 departamentos, encontramos que la guerra ha mutado a una de “quinta generación” ¿Evidenció usted cómo se ha venido desarrollando el Paro Armado? La manipulación de la masa y la instrumentalización de jóvenes en redes sociales, es la nueva forma de combate urbano y rural.
Por tanto, para contextualizar, es importante mencionar que la guerra de primera generación era aquella que movilizaba la mano de obra; la de segunda, son guerras industriales, donde prima el “fuego”; las de tercera generación, en donde resaltará la maniobra con la que se intentará aprovechar las debilidades del enemigo para ganar; la de cuarta, como bien lo definió Kissinger, aquellas que “reintroducen el elemento político” y, finalmente la que aquí nos compete, la guerra de quinta generación (guerra sin límites), que según lo que definió el concepto estratégico de la OTAN en el 2009, es “aquella que no le interesa ganar o perder, sino demoler la fuerza intelectual del enemigo. Es decir, una manipulación del ser humano en su parte neurológica”.
Entonces, debe saber, que los diferentes grupos armados ya no combaten solamente en el monte; su intención real se centra (como bien lo afirmó Nelson Alarcón uno de los miembros de FECODE) en implantar una nueva agenda en el 2022, que no se ciña a los intereses de la “ultraderecha”. Esta “guerra de quinta generación”, se realiza en Colombia a través de la lucha social y económica, en escenarios tales como la influencia política en diversos sectores de la sociedad colombiana, la manipulación de jóvenes en colegios y universidades dentro de las aulas de clase, la instrumentalización de la masa en redes sociales y, la articulación de mensajes en diferentes canales de comunicación que permitan imponer su propósito. Todo, con el fin de justificar su levantamiento armado y ocultar sus verdaderas intenciones: desestabilizar la democracia e imponer un nuevo sistema político y económico en el país.
Lo cierto es que, esta nueva forma de guerra nos reta a ganarle la batalla a la desinformación, a romper los imaginarios colectivos, desmentir y discernir sobre las Fake News. Nos obliga a evitar que el rio de información falsa nos cree una realidad difusa, nos aleje de conocer el propósito real de todos aquellos que con maldad invaden nuestro espacio en redes y atentan con terrorismo (aplicando las otras “4 generaciones de guerra”) contra Colombia.