El nuevo mundo: La involución y los antivalores

El mundo ha avanzado y con ello, el ser humano y sus comportamientos dentro de la sociedad. Sin embargo, muchos de estos, nos permite preguntarnos ¿estamos evolucionando o involucionando?

Pues bien, la involución en muchas de las nuevas sociedades que diferentes agendas han impuesto es evidente. Podríamos empezar enumerando la normalización del aborto que, bajo el argumento de las feministas “mi cuerpo mi decisión” sentencian una nueva vida que no tiene poder de decisión a la muerte, el indigenismo que solamente busca deconstruir la historia para sacar provecho de las minorías que se comportan como mayorías o, el cambio del lenguaje que sobrepasa cualquier forma de comunicación coherente para incluir a los cientos de grupos que no se identifican con nada ni con nadie pero pues… “A dónde va Vicente, va la gente”.

¿De qué sirve entonces tanta evolución tecnológica si el ser humano cada día pierde su esencia? El consumo excesivo que las redes, los aparatos tecnológicos y hasta las tendencias que se imponen a través de los medios de comunicación (con agendas progresistas evidentes) controlan al ciudadano del mundo, que dejó de conocer al mundo para ensimismarse con egoísmo sobre su par. 

No podemos seguir permitiendo que los antivalores y la involución impongan sobre nosotros, los únicos seres racionales, comportamientos que nos hacen ver más como extraños entre nosotros. No podemos seguir “comiendo entero” frente a la información que se nos presenta, porque es allí donde nuestra identidad está siendo deformada.

No podemos permitir que el malo ahora sea el bueno de la historia y que se haga una fiesta a la criminalidad. No podemos permitir que en un abismo de corrientes políticas, nuestra esencia y nuestros valores sean afectados… La solución por tanto, estará en el carácter que pongamos a las situaciones, en la búsqueda de discernimiento que tengamos entre el abismo de información y sobre todo, en el respeto y la tolerancia que mostremos por el otro.

Abstract
No podemos permitir que el malo ahora sea el bueno de la historia y que se haga una fiesta a la criminalidad. No podemos permitir que en un abismo de corrientes políticas, nuestra esencia y nuestros valores sean afectados.