Con ocasión del proceso de acelerada propaganda negativa, sin pruebas, contra las fuerzas armadas de Colombia, incluyendo editoriales completos del diario norteamericano de izquierda New York Times, diversas personas se han preguntado en el país cuales pueden ser los intereses que unen a estas dos casas editoriales desde Colombia y los Estados Unidos.
Con ocasión del proceso de acelerada propaganda negativa, sin pruebas, contra las fuerzas armadas de Colombia, incluyendo editoriales completos del diario norteamericano de izquierda New York Times, diversas personas se han preguntado en el país cuales pueden ser los intereses que unen a estas dos casas editoriales desde Colombia y los Estados Unidos.
Los cuestionamientos además, se han visto asegurados con el trabajo coordinado de las dos empresas de medios que, durante las últimas semanas, casi de manera sincrónica han presentado especulaciones sin evidencias apuntando a un mismo objetivo, la destrucción de la moral del ejército y la campaña de desprestigio de las dos casas editoriales contra las Fuerzas Armadas del país.
En medio de las dudas, durante los últimos días y luego del aparente conflicto entre el millonario contratista de Santos, Daniel Coronell, y la dirección de la revista SEMANA, el propio Coronell en cuestión de días apareció escribiendo columnas en el New York Times, como antelación a la articulación de periodistas de izquierda entre las dos empresas de medios, desde dos países distintos.
En esa situación, los medios de comunicación de Colombia se limitaban durante la última semana a mencionar la aparente dirección de la Revista Semana en cabeza de su principal propietario y su director, a saber, Felipe López Caballero y Alejandro Santos (sobrino de Juan Manuel Santos). Este detalle, no obstante, pasaba por alto la verdadera identidad de las cabezas de la revista, que desde la primera semana de Abril de este año, con la adquisición de Jaime Gilinski del 50% de la Revista Semana, descansa en una joven de nombre María López, hija de Felipe López y la reconocida editora de modas Pilar Castaño.

En suma, la información sobre el rol de María López habría sido ocultado por los medios de comunicación para manifestar el mando de Félipe López sobre la dirección, las relaciones con medios internacionales y la línea editorial de la revista. Sin embargo, la joven López fue precisamente la persona que dirigía la presidencia de la Revista SEMANA desde el pasado 4 de Abril, y que explicaba la sospechosa línea editorial entre SEMANA y el New York Times, así el trabajo conjunto de los consejos editoriales de los dos medios de izquierda.
Las propias declaraciones de María López el pasado 5 de Abril a la emisora La FM, un día después de que los medios confirmaran su papel de presidente de la Revista, confirmaban su rol dentro de la casa editorial de Semana:
"Yo me encargaré de los temas digitales, de los temas del negocio, pero mi papá es el alma de Semana. Hemos hecho equipo hace muchos años y seguirá vigente""Las empresas para crecer necesitan inversiones, necesitan aliados, necesitan pensamiento estratégico y eso se da con miradas nuevas y eso se da con unos empresarios e inversionistas como los Gilinski. Nosotros hoy no estamos compitiendo ni con El Tiempo, ni con El Espectador, ni Caracol, ni RCN. Estamos compitiendo contra Google, contra Facebook, contra las plataformas internacionales porque internet globalizó la competencia y el mercado"
No obstante, la información sobre la coordinación entre el New York Times y María López se remontaría concretamente al año pasado, donde la propia hija de Felipe López fue directamente invitada por el New York Times para participar en el “Consejo Editorial” del periódico de izquierda.


La información habría sido adicionalmente dada a conocer por la propia María, quien en sus redes sociales suele publicar sin ningún tipo de prudencia, considerables imágenes sobre su vida de viajes y lujos. Entre estos, el pasado 14 de Diciembre del 2018, la propia joven hacía públicas sus actividades con el New York Times, en una fotografía elogiada generosamente por sus conocidos en redes, donde en una apariencia sentimental anunciaba su participación en el “Consejo editorial del New York Times”.
En sus propias palabras:
Hoy estoy cumpliendo uno de los grandes sueños de mi vida: me invitaron a participar en el consejo editorial del @nytimes (New York Times) #thetruthishard (“#la verdad es dura”).

Este anuncio, sin embargo, durante los últimos 6 meses pasó desapercibido por la mayoría de medios de comunicación del país, que intencionalmente ocultarían el trabajo editorial mancomunado entre la Revista SEMANA y el New York Times, en su mayoría, dirigido a una campaña de desprestigio de las fuerzas armadas que inició con la publicación de la columna del activista “Nicholas Casey”, asegurando sin ninguna prueba la posibilidad de que existan nuevos casos de “falsos positivos” o ejecuciones extrajudiciales en el ejército de Colombia.


Como en una acción coordinada, desde esa fecha, la publicación de noticias falsas dirigidas a replicar la misma narrativa en la Revista Semana derivó en la publicación de las mismas falsedades en periódicos como El País de España, la Deutsche Welle de Alemania, o la Agence France-Presse de Francia, hoy radicada en Colombia; en una campaña internacional de desprestigio al ejército colombiano que arrinconó (de nuevo) al gobierno para tolerar los excesos de los medios de izquierda nacionales e internacionales.
Finalmente, en un ejercicio coordinado, todas las publicaciones fueron replicadas con sus irresponsables especulaciones, por el New York Times, en un caso que finalizó con la llegada de Daniel Coronell al diario norteamericano.
En suma, los procesos de coordinación editorial entre el New York Times y la Revista SEMANA no habrían sido una coincidencia especulativa del activista cercano a las FARC Nicholas Casey, sino un trabajo articulado de una “elite” del periodismo de izquierda internacional que hoy trabajaría mancomunadamente desde los consejos editoriales de publicaciones y periodistas que, durante años, han monopolizado el poder editorial para empoderar procesos de impunidad de organizaciones como las FARC, hoy asentadas en el Congreso de la República de Colombia.
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