La última columna escrita por el contratista del gobierno Santos, Daniel Coronell, en la Revista Semana (https://www.semana.com/opinion/articulo/cortinas-y-realidades-del-caso-uribe-por-daniel-coronell/576964), lleva a consideración una seria reflexión sobre el periodismo en el país, y se convierte en ejemplo de la decadencia de una profesión que junto con la administración de justicia debería ser un pilar del debate sereno y sensato sobre la ley y sus enemigos.
La última columna escrita por el contratista del gobierno Santos, Daniel Coronell, en la Revista Semana (https://www.semana.com/opinion/articulo/cortinas-y-realidades-del-caso-uribe-por-daniel-coronell/576964), lleva a consideración una seria reflexión sobre el periodismo en el país, y se convierte en ejemplo de la decadencia de una profesión que junto con la administración de justicia debería ser un pilar del debate sereno y sensato sobre la ley y sus enemigos.
Con ocasión del caso que la Corte Suprema de Justicia abrió en trastornada histeria contra el expresidente Álvaro Uribe Vélez, y la infinita montaña de inconsistencias que en las últimas horas los medios de comunicación independientes han revelado frete al tinglado, el periodista contratista, y la revista Semana, en un ejercicio de obsesión patológica, siguen insistiendo en una trama cantinflesca sin inicio, sin final, sin pruebas y sin vergüenza.
La Columna lleva por nombra “Cortinas y Realidades”. Ante ella, como en un esfuerzo heroico de la Revista por ganar algo de credibilidad, la dirección de la casa editorial tomó la decisión de desbloquear el contenido exclusivo de la publicación. Al leer la desordenada y atropellada columna, pareciera mejor que la revista Semana vuelva a bloquear el contenido. Una sopa chiflada de recortes de audio, frases sueltas, preguntas sin respuesta, fotos que no demuestran nada y declaraciones de bandidos, que con sus vulgaridades y diálogos ociosos se convierten en las terribles “pruebas” del comunicador. En concreto, un escrito abstracto, demente, que solo demuestra la decadencia de Semana y el cerebro divergido de la realidad del comunicador, que al parecer, debe pasar las horas, las semanas y los años acariciando febrilmente la figura del exmandatario.
Un breve recorrido al decadente “guion” de “Cortinas y Realidades”
Un breve análisis del inexpugnable texto del “columnista” desata en grado excelso el desastre al que cayó el periodismo colombiano, hilando desenhebradas narraciones conspirativas con fotos y frasecitas recortadas para armar una fábula chapucera e ilegible. Para comenzar, ante la avalancha de críticas que la Corte Suprema ha tenido que soportar en las últimas horas, en un patético ejercicio de gimnasia mental, el columnista inicia su columna con una imputación vacua del tamaño de su universo paralelo, afirmando que:
“Desde el día en que la Corte Suprema llamó a indagatoria al expresidente Álvaro Uribe por soborno y fraude procesal, se puso en marcha una operación político-jurídico-mediática para mover el reflector lejos de lo sustancial y cerca de lo que le conviene al indiciado.”
Así las cosas, el polémico periodista, desconoce la desaguada mezcla de contradicciones que rodean al caso, donde la Corte desestimó las propias denuncias del exmandatario Uribe (desde el 2013), frente a las obsesivas visitas del congresista Iván Cepeda, que pasó de acusar al expresidente desde el congreso, mutando desde el 2011, en Vedette de las cárceles del país. Es así como, ante el desespero de Cepeda frente a la aniquilación del proyecto comunista de las FARC, el congresista inició una maratón de visitas a los centros penitenciarios, abrigando con su agraciada presencia a paramilitares, guerrilleros, narcotraficante, criminales y bandidos de todas las especies. Todos ellos perseguidos por el expresidente y la fuerza pública en cumplimiento de la ley. Todos ellos obsesionados por convertir al expresidente que los extraditó o envió a la carcel en su enemigo. [pullquote]Y todos ellos encantados con la cálida compañía de Cepeda, sus grabadoras y los miembros de su secta en la legalidad, periodistas y políticos huérfanos del poder. [/pullquote]
Para comenzar la farragosa “exposición de pruebas”, Coronell comienza su texto con el caso de un fulano “Caliche”, al que lo consagra como erudito del acerbo probatorio para luego decir de él “ que no es muy inteligente.” A pesar de su apreciación personal, el columnista se da a la patética tarea de buscarlo y encontrarlo, en lo que el personaje le confirma que “todo fue un montaje”, y que el testigo estrella quería retractarse.
Manipulado por el primer personaje, el columnista da un giro a su columna para pasar al análisis de otros dos personajes Diego Cadena, y el criminal Enrique Pardo Hasche. Como se sabe, Cadena fue uno de los abogados invitados por Monsalve para grabarlo bajo el pretexto de querer cambiar la versión. Adicionalmente, Monsalve es el paramilitar que fue visitado en la cárcel más de 9 veces por Iván Cepeda, después de que este solicitara hasta 21 veces reunirse con él. Por otra parte el criminal Hasche es compañero de celda de Monsalve, y declara abiertamente como, junto con este y con otros criminales, obtienen réditos por falsos testimonios, e invitaron a personas cercanas al expresidente para grabarlos.
La vergonzosa columna en concreto, solo prueba dos cosas, que las advertencias que desde el 2013 el expresidente Álvaro Uribe hacia frente a la conducta sospechosa del congresista Iván Cepeda se convirtieron en realidades. Y en segundo lugar, que periodistas como Coronell dejaron de perseguir a paramilitares para convertirse en sus hormonales Celestinas, llevándoles recados, acordando con ellos encuentros, describiéndolos, escuchándolos, y ayudándoles a saltar la justicia y cambiar de celdas.
En fin, la columna es un completo tutorial de cómo un periodista obsesionado se convierte con el tiempo en un apéndice del pillaje colombiano, cortesano del crimen, la guerrilla y los narcotraficantes que año tras año le han declarado guerra a muerte a la sociedad civil y a las leyes colombianas. Un testimonio en primera persona que explica como la atracción pervertida de Iván Cepeda y Daniel Coronell por escuchar, poner en su abrigo y reunirse con criminales, los ha convertido en meretrices y celestinas del paramilitarismo.
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