El reciente episodio que involucra al senador electo Antanas Mockus y su inhabilidad por haber firmado contratos con el gobierno en época electoral, pone en blanco y negro la cultura de la trampa y la ilegalidad que ha caracterizado a la sociedad Colombiana. La claridad de la denuncia, planteó desde un principio como La Alianza Verde, valiéndose la popularidad del exalcalde, lo incluyó en la lista al congreso, sabiendo que había sido representante legal de una empresa contratista de la administración Santos en un término no autorizado.
El reciente episodio que involucra al senador electo Antanas Mockus y su inhabilidad por haber firmado contratos con el gobierno en época electoral, pone en blanco y negro la cultura de la trampa y la ilegalidad que ha caracterizado a la sociedad Colombiana. La claridad de la denuncia, planteó desde un principio como La Alianza Verde, valiéndose la popularidad del exalcalde, lo incluyó en la lista al congreso, sabiendo que había sido representante legal de una empresa contratista de la administración Santos en un término no autorizado. Al mismo tiempo, el partido tenía como candidata a la vicepresidencia Claudia López, quien, haciendo uso de la misma vivacidad, siguió haciendo campaña sin renunciar a su curul, lo que le permitía ganar dinero gane o pierda las elecciones.
En concreto, si Mockus era inhabilitado, la Alianza Verde recibiría los votos y el dinero de la reposición. Si la candidata a la vicepresidencia López perdía, seguiría devengando sus millonarios ingresos en el Congreso de la república, así como transferir dinero a sus colaboradores cercanos en el parlamento. Por estos motivos, la Alianza Verde, lejos de ser un partido que plantee la transparencia, cayó en el más vulgar esquema de trampa visto en la historia reciente.
La respuesta de la ciudadanía y las autoridades, no se hicieron esperar. En el caso de la congresista López, su unión a la candidatura presidencial de Sergio Fajardo sepultó las posibilidades de que este supere a Gustavo Petro. La llegada de López a la candidatura de Fajardo, distorsionó su mensaje de “decencia”, por un mensaje de división, con declaraciones destempladas, acusaciones infundadas, imputaciones bajas y agresivas, y un aire de superioridad que convirtió a Fajardo y los Fajardistas en víctimas de la candidata a vicepresidente.
En consecuencia, la primera vuelta marcó la salida desesperada de Fajardo de la trampa de haber aceptado el apoyo de Claudia López, convirtiéndola a esta en un apéndice de un ex terrorista como Gustavo Petro, colega de las administraciones más corruptas en la historia de Bogotá, y cercano amigo de Samuel Moreno Rojas.
En el caso de Mockus, la situación no podría haber sido peor. Durante semanas los medios de comunicación independientes denunciaron con detalles la vinculación legal de Mockus con una fundación contratista del gobierno Santos. Incluso en diversos medios de comunicación se hizo pública su calidad de representante legal de la firma contratista, sin haber renunciado seis meses antes de su elección como candidato electo al congreso. En consecuencia, en un concepto del Magistrado Luis Bernardo Franco del Consejo Nacional Electoral, Mockus estaba obviamente incurso en una causal de inhabilidad.
La Alianza Verde sin embargo, logró contar con los votos de Mockus, y “coronó” la trampa sacando a Mockus pero quedando a la espera de los recursos de la reposición de votos y sus respectivas curules.
La deshonesta jugada de Antanas Mockus y Claudia López para saltarse las mínimas reglas de la decencia contemplada por la legislación colombiana, pone a la Alianza Verde en el más vergonzoso de los escenarios de la historia de la corrupción. En concreto, junto con el caso de Mockus y López, recientemente uno de sus congresistas electos fue hallado por la policía transportando cocaína, y uno de los más cercanos colaboradores de López esta imputado por acceso carnal a menor de edad. El silencio de la Alianza Verde frente a estos casos, con cada día que pasa, es más “atronador”, y describe con detalle la descomposición de la colectividad.
Por estos motivos, con el paso de los años, y luego de numerosos procesos electorales, el Partido Verde, convertido posteriormente en la Alianza Verde, pasó de ser el partido con menos escándalos políticos, a ser identificado como un Partido de Trampas. Ante los hechos, la salida desesperada de Fajardo podría significar un nuevo aire para una política alejada de las costumbres corruptas del país. Mientras tantos, López y Mockus, sus más polémicos voceros, siguen acusando al resto del país de corrupción, mientras ganan contratos, abultados ingresos en medio de campañas electorales, y sanciones que deberán afrontar ante las autoridades competentes.
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