Desde la época de la Conquista, (entendiendo el concepto proveniente del verbo en latin conquisitāre, que significa ganado -del verbo ganar-) Colombia y en general toda la América, comenzó a transformarse en un pueblo mestizo, es decir, con diversidad étnica, que tuvo el proceso de mezcla de tres culturas: indígenas, americanos, europeos, africanos y españoles; este proceso resultó en el surgimiento de mestizos, mulatos y zambos.
En el caso de Colombia, nuestras raíces provienen de diferentes grupos indígenas, principalmente de la familia chibcha, quienes siglos más adelante se fueron conformando en el territorio como los Emberá, Wayuu, Guambianos, Pijao, entre otros. Sin embargo, al ser un país diverso, cada una de las personas tiene derecho a elegir su identidad, por eso nos consideramos pluriculturales y multiétnicos, como lo estableció la Constitución Política de 1991.
Sin embargo, con el fenómeno del capitalismo, estos grupos han sentido que como individuos dentro de un grupo social, sus tribus y por tanto su identidad, está siendo atacada, transformada y olvidada. Hagamos una claridad, identidad no solamente guarda los rasgos culturales de un pueblo, la identidad (más aún con la intervención de la pervertida ideología de género) es un fenómeno subjetivo, es decir, una elaboración personal en la cual el individuo interactúa con otros dentro de una sociedad; además, es personal pues mediante ella se comparten características en común con un grupo social.
Ahora bien, recientemente alrededor de todo el mundo se ha visto que las personas han empezado a derribar estatuas al considerar que son símbolo de racismo. En Estados Unidos, “derribaron y decapitaron a Colón”, el navegante europeo y a Jefferson Davis, presidente de los estados confederados. ¿Cuál es el motivo que argumentan en su comportamiento? Para ellos, estos, entre otros personajes históricos, representan el símbolo del genocidio, por las acciones de la época de la Conquista. El fenómeno llegó a tal punto, que incluso exigían que Trump cambiara los nombres de diferentes bases militares, petición que el mandatario denegó, por considerarlos héroes que ganaron diferentes guerras.
Evidentemente, esta conducta motivó a los indígenas de la comunidad Misak el pasado miércoles a tumbar la estatua del fundador de Cali, Sebastián de Belalcázar, argumentando que era una “forma de reivindicar la memoria de ancestros asesinados y esclavizados por las élites”, ¿lo notaron? “ÉLITES”, su lenguaje evidencia que el argumento no proviene del descontento de sus raíces, de su identidad indígena, sino de la narrativa comunista que los ha permeado; incluso ellos mismos siguen victimizando y pormenorizando su comunidad, pues se entiende al concepto de élite como el “grupo de personas que tiene un estatus privilegiado”, ¿acaso ellos ya no lo son o son “menos que”? Lo son, porque dentro de nuestro país se les reconoce su riqueza cultural, como los pueblos que han sido parte de la identidad de cada uno de los colombianos; incluso, hablando de privilegios dentro de la sociedad, por pertenecer a estos llamados “grupos minoritarios” se puede acceder a diferentes preeminencias, ejemplifico una no más: en la universidad en la que cursé mi pregrado, compartí aulas con una indígena Misak Misak, quien tenía beca completa (en universidad privada), subsidio de transporte, alimentación y además, era libre de expresarse, vestirse y exponer su cultura.
Por consecuencia, estos indígenas son concientes que más allá del reconocimiento de sus comunidades (que si se les ha dado), sus reclamos van motivados por un propósito mayor: control político mediante otras forma de lucha. ¿No se dan cuenta que son marionetas de Marx y ahora de los políticos que lideran desde twitter? Si quieren que comparemos, entonces en su concepción, los está manipulando el Colón del siglo XXI. Créanme, el discurso romántico del socialismo con su democracia política en donde se permite la ampliación de los derechos y libertades en la sociedad, las esperanzas para la humanidad bajo la participación de todos, el compromiso con la causa para la paz y el progreso, entre otras ideas estrafalarias, solamente son luchas ambientales e ideológicas en las cuales los están reclutando de a pocos… como “ranas hervidas”.