“Tenemos la voluntad de fabricar destino. Es decir, de participar en las decisiones que determinan el futuro de nuestro pueblo”, estas eran unas de las palabras pronunciadas en un discurso por el hijo del conservador más importante del siglo XX, a quien hoy quiero recordar no por este lazo de sangre, sino por ser uno de los pensadores, políticos y periodistas que tanta falta le hace a Colombia: Álvaro Gómez Hurtado (1919- 1995).
La fidelidad ideológica y su espíritu conservador lo llevaron a obsesionarse con el cambio y a mejorar la calidad de vida de todos los colombianos desde diferentes áreas; es que ni siquiera “El Bogotazo” de 1948, logró acabar con su ímpetu de derrotar la maleza que se tomaba (y se sigue) tomando nuestra amada Patria, pues, reconstruyó “El Siglo” y marcó más de un siglo, en valores, posturas firmes, ideologías incorruptibles y pensamientos trascendentes.
Por otra parte, además de su participación en la conformación de la Constitución de 1991, Gómez criticaba fuertemente la corrupción que estaba sucediendo dentro de las instituciones de la época, preocupado porque no se estaba construyendo credibilidad por la permeabilidad que estaban teniendo los diferentes sectores de los grupos armados con la política. Más que un típico hombre de circunspección, en su actuar buscaba “salir de la pequeñez en la que se estaba”. Un ejemplo de ello, es que en 1984 se reúne con Rodrigo Noguera Laborde para dar nacimiento a un paraninfo orientado a la formación cristiana, democrática y conservadora: la Sergio Arboleda (claustro académico donde tuve el privilegio de estudiar), hoy por hoy, una de las mejores universidades del país.
Así pues, no todo podía ser color de rosa, porque aquí en Colombia cuando se le deja de dar “pan y circo al pueblo”, se empieza a incomodar a algunos… porque este revolucionario (en la mejor expresión de la palabra) estaba armando al pueblo con conocimiento, herramientas y crítica argumentada. Por ello, en 1988 el M-19 lo secuestra durante casi dos meses y luego, siete años más tarde, el 2 de noviembre de 1995 es asesinado a tiros, en las puertas de la Universidad que ayudó a crear.
En suma, el año pasado, el magnicidio de este líder fue considerado por la Fiscalía como crimen de lesa humanidad; pero hace pocos días, la historia dio un giro ya que mediante la JEP, las FARC confirmaron que fueron los actores de este crimen. Esto no es una “confesión” como lo presentan los medios de comunicación, es una confirmación de la bajeza de los actuales “senadores” y lo pongo entre comillas porque no se han desmovilizado, solamente cambiaron su rol dentro de las formas de lucha.
Además, en esta carta, se comprometen a aportar verdad y reconocer responsabilidad sobre estos hechos, pero ¿es suficiente decir “si, yo fui”? No, para mi más que el aceptar los cargos, debe haber justicia, cárcel, extradición para todos estos criminales, porque a pesar, de que en este documento confirmen 6 homicidios, la sangre de victimas que corre por sus manos, sigue quedando en la impunidad. Si algo es cierto es que debemos esperar no solamente las declaraciones formales de varios políticos, sino que la JEP y la justicia ordinaria tomen cartas sobre el asunto…¡Virgen de Chiquinquirá, haznos el milagro!
Así pues, una vez más en Colombia se evidencia que cuando se quiere actuar con rectitud, usando el cerebro y no las armas, juzgando a los corruptos y buscando enfatizar sobre los valores que tanto se han perdido en nuestra sociedad, la solución del enemigo es callar y matar a los principios. Mis letras hoy cargan lágrimas al saber que a Álvaro Gómez Hurtado no lo mató solamente las FARC, lo mataron los medios de comunicación cómplices de difundir mal la información o no difundirla, lo mataron cada uno de los colombianos que decidieron celebrar “el triunfo de la paz”, porque nos condenaron no solamente a la guerra, sino a la impunidad.